lunes, 20 de octubre de 2014

La marcas de fuego.

Imagen de: Feria del libro
Los libros nos atraen por muy diversos motivos, simplemente porque ya desde bien chiquitos nos han inculcado el valor de la lectura y nos aferramos a una nueva historia como a un clavo ardiendo, o tal vez porque la portada nos atrae -sí, hay muchas personas en este planeta que compran libros por sus portadas, ¿y qué tiene de malo?-, por sus ilustraciones, por el tipo de edición, o porque tenemos la curiosidad infinita de aprender nuevos conocimientos y saberes... Los libros son tan dispares como autores existen, así como individuos hay en esta tierra, así que, infinitas serán las cuestiones que nos atraigan de ellos. 

Imagen de: Artes del libro
Yo vengo a hablaros de una característica que a mí me atrae de los libros. Las marcas de fuego. Por supuesto, es algo que únicamente se encuentra en ciertos tipos de libros, pero es que ¡resulta tan atrayente! Así como cuando nos sentamos frente a una hoguera y no podemos dejar observar, hipnotizados, cómo juegan las llamas con la madera, los colores que se desprenden y bailan libremente, creo que es posible que Las marcas de fuego, conserven esta capacidad de atracción que posee el elemento que permite su existencia. *O simplemente son tonterías que se me pasan por la cabeza, que sí, que es muy posible*. Pero el caso es que hay algo en los libros antiguos que me enamora, las tapas de piel, el crujir de las páginas y el olor que desprenden, ¡y las marcas de fuego! -cuando las hay-.

Imagen de: La fragua
Bueno pero y a todo esto, ¿qué es una marca de fuego? Se trata de una marca carbonizada, realizada a partir de un instrumento candente y metálico que normalmente, se dispone en los cantos de los libros. Actualmente son valoradas como un testimonio histórico distintivo que muestran qué instituciones y qué particulares hicieron uso o estuvieron en posesión de dichos ejemplares marcados. Aunque tampoco se descarta que las marcas hubieran sido utilizadas como una forma de selección. Todo indica que su uso comenzó hacia la segunda mitad del siglo XVI y que perduró hasta las primeras décadas del siglo XIX. Esta práctica se daba sobre todo en las bibliotecas conventuales, instituciones religiosas que dependían de el clero secular, y de forma aislada, existieron bibliotecas de particulares que tenían su propia marca de fuego.

Si queréis conocer más sobre el tema, os dejo un enlace a la página Catálogo Colelectivo de Marcas de Fuego , pues resulta muy interesante el proyecto que llevan a cabo -o al menos a mí me lo parece-.

2 comentarios:

  1. Las marcas de fuego son de lo más interesante, me gustaría marcar mis libros!! :D

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    1. ¡Exacto!, eso mismo me pasa a mí. Me dan ganas de crear mi propia marca y marcarlos todos, y así que quede constancia de que son míos, ¿qué obsesión tiene el ser humano con señalar lo que es suyo, no? Bueno, como cualquier otro animal, si lo piensas bien xD
      Aunque al mismo tiempo, parece una brutalidad, cualquiera nos llamaría salvajes por querer marcar a fuego nuestros libros, jajaja

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