martes, 28 de octubre de 2014

El viejo y el mar. Hemingway.

Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer.
El viejo y el mar.
Por Ernest Hemingway.
Planeta.
143 páginas.

Sé que no es la mejor edición de la historia, ni muchísimo menos, pero le tengo especial cariño a este ejemplar, como veis completamente descolorido, algo raído y de páginas amarillentas... es decir, AMOR. Era de mi madre y se lo compró cuando era pequeña por 240 pesetas -lo sé porque el precio sigue anotado a lápiz en la contraportada *ay, esos detallitos mágicos de los libros viejos*- me lo "regaló" hace unos años y se ha convertido en uno de mis favoritos.

Cuenta la historia de un viejo pescador que llevaba 84 días sin coger un solo pez, parecía que la suerte le había abandonado por completo, hasta que tiene que enfrentarse a uno de los mayores retos de su vida en alta mar. 

Hemingway utiliza, a mi parecer, un lenguaje absolutamente sencillo, claro, directo, y no por ello se convierte en simplón de más. Creo que no hacen falta palabras complejas para transmitir sentimientos profundos.
"Gracias -dijo el viejo. Era demasiado simple para preguntarse cuándo había alcanzado la humildad. Pero sabía que la había alcanzado y sabía que no era vergonzoso y que no comportaba pérdida del orgullo verdadero".
Realmente es una historia de un argumento sencillo, y los dos personajes principales Santiago, el viejo pescador y protagonista; y Manolín, un muchacho que admira, ayuda -en todo lo que puede y de forma desinteresada- y quiere al viejo; convierten el relato en una historia entrañable a más no poder.

El viejo captura un pez de un tamaño casi descomunal, mayor que su propio bote, con muchísimo esfuerzo, tras una lucha que parecía sin fin; y cuando por fin lo consigue, debe volver a la costa y emprender de nuevo una pelea brutal con los tiburones que destrozan su magnífico pez. Pero lo que más llama la atención es el sentimiento casi de fraternidad hacia el pez que desarrolla el pescador. A pesar de que debe matar al pez, y es su "enemigo", no siente odio hacia su combatiente sino que lo ama, lo valora como la criatura más valiente a la que se ha enfrentado y lo respeta por eso. Es casi como un ritual antiguo, de sangre... No sé cómo explicarlo, para mí, es una historia sencilla que te provoca sentimientos complejos.
"No comprendo estas cosas -pensó-. Pero es bueno que no tengamos que tratar de matar el sol o la luna o las estrellas. Basta con vivir del mar y matar a nuestros verdaderos hermanos".
Y sí, esas terribles ilustraciones pertenecen a esta edición, son fotos que  hice mientras iba leyendo porque cada vez que me encontraba con una pensaba tristemente: "ojalá no hubiesen ilustrado esta historia, o al menos, no de este modo", y solo quería compartir mi frustración visual.

Pero para no acabar quejándome, lo cual queda un poco feo, os dejo con un par de citas que me gustaron mucho:
"Durante la noche acudieron delfines en torno al bote. Los sentía rolando y resoplando. Podía percibir la diferencia entre el sonido del soplo del macho y el suspirante soplo de la hembra".
¿No es precioso cómo la experiencia de años y años en la mar hacen de Santiago un experto inigualable de los misterios del mar? Casi sin darse cuenta lo es, de forma humilde, porque viene implícito en su persona, porque nació para ser pescador.

"Justamente antes del anochecer, cuando pasaban junto a una gran isla de sagrazo que se alzaba y bajaba y balanceaba con el leve oleaje, como si el océano estuviera haciendo el amor con alguna cosa, bajo una manta amarilla un dorado se prendió en su sedal pequeño".
Oía el oleaje inundando mi habitación y casi pude oler la sal.

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